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UNISOMAS +
Esta exposición recoge los proyectos fotográficos de las nueve alumnas — Ara González, Elisa Blanco, Elo Vázquez, Inma Barrio, Margarita Adalid, Mía Imaginae, Marta Parras, Paula Meis y Rocío Cárdenas — que han participado este año en el primer curso anual de Cómo Ser Fotógrafa.
A lo largo de los meses en los que se ha ido desarrollando el curso, cada una de las estudiantes se ha ido nutriendo de las experiencias y conocimientos de cada una de las profesoras invitadas. Entre todas ellas se ha ido tejiendo, además, un fuerte vínculo que han querido reflejar en esta exposición bajo el título UNISOMAS, que ellas mismas han definido y que contiene sus experiencias y el sentir de los últimos meses vividos juntas.
Su complicidad les ha permitido ir entendiendo que no están solas y que, aunque los inicios de cada una de ellas han sido muy diferentes — con miedo, dudas o angustia —, cada uno de sus proyectos ha ido consolidándose gracias al apoyo y, en último término, a la red que han construido. Juntas han logrado combatir sus temores e ir creciendo.
En esta exposición han querido reflejar este caminar unidas con nueve proyectos diversos y muy personales, ya que cada uno es un espejo de ellas mismas, un retrato de sus complejas y frágiles identidades.
Un recorrido íntimo y sentimental que arranca con una serie de paisajes emocionales, llenos de interrogantes sobre la vida, la muerte, las filiaciones, la maternidad, y que desemboca en una casa refugio, en el calor de los que aman y las aman. Un refugio al que volverán a acudir una y otra vez. Un testimonio vitalista de que unidas somos siempre más.
Sandra Maunac
Comisaria
Etimológicamente la palabra «recordar» viene del latín recordari, formado de “re” (de nuevo) y “cordis” (corazón). Así pues, recordar significa volver a pasar por el corazón. A pesar del romanticismo de esta idea, incluso los romanos en la época clásica sabían que el recuerdo no se situaba en el corazón. Con este proyecto me planteo la necesidad de crear una imagen matriz, donde acudir de forma recurrente, como soporte a la memoria. La fragilidad del cerebro para generar y retener, se verá ligeramente aliviada con la ayuda de esta imagen cargada de recuerdos. Para más tarde, ser incapaz de volver a esos momentos, incluso con el apoyo de la misma.
El límite no es un lugar donde algo termina, sino precisamente es el lugar donde algo empieza. Es en este umbral donde empiezo a generar nuevos espacios compuestos de fragmentos que anuncian el nacimiento de una isla interior. Una isla que resiste rodeada de esperanza e incertidumbre. "Estado de polaridad" se compone de instantes en movimiento de aproximación y separación que nos obligan a tomar distancia respecto a los lugares, objetos o personas con la intención de rehacer ese recorrido (tantas veces como sea necesario) que se convertirá en un viaje de resurrecciones y metamorfosis.
El límite no es un lugar donde algo termina, sino precisamente es el lugar donde algo empieza. Es en este umbral donde empiezo a generar nuevos espacios compuestos de fragmentos que anuncian el nacimiento de una isla interior. Una isla que resiste rodeada de esperanza e incertidumbre. "Estado de polaridad" se compone de instantes en movimiento de aproximación y separación que nos obligan a tomar distancia respecto a los lugares, objetos o personas con la intención de rehacer ese recorrido (tantas veces como sea necesario) que se convertirá en un viaje de resurrecciones y metamorfosis.
El límite no es un lugar donde algo termina, sino precisamente es el lugar donde algo empieza. Es en este umbral donde empiezo a generar nuevos espacios compuestos de fragmentos que anuncian el nacimiento de una isla interior. Una isla que resiste rodeada de esperanza e incertidumbre. "Estado de polaridad" se compone de instantes en movimiento de aproximación y separación que nos obligan a tomar distancia respecto a los lugares, objetos o personas con la intención de rehacer ese recorrido (tantas veces como sea necesario) que se convertirá en un viaje de resurrecciones y metamorfosis.
El límite no es un lugar donde algo termina, sino precisamente es el lugar donde algo empieza. Es en este umbral donde empiezo a generar nuevos espacios compuestos de fragmentos que anuncian el nacimiento de una isla interior. Una isla que resiste rodeada de esperanza e incertidumbre. "Estado de polaridad" se compone de instantes en movimiento de aproximación y separación que nos obligan a tomar distancia respecto a los lugares, objetos o personas con la intención de rehacer ese recorrido (tantas veces como sea necesario) que se convertirá en un viaje de resurrecciones y metamorfosis.
El límite no es un lugar donde algo termina, sino precisamente es el lugar donde algo empieza. Es en este umbral donde empiezo a generar nuevos espacios compuestos de fragmentos que anuncian el nacimiento de una isla interior. Una isla que resiste rodeada de esperanza e incertidumbre. "Estado de polaridad" se compone de instantes en movimiento de aproximación y separación que nos obligan a tomar distancia respecto a los lugares, objetos o personas con la intención de rehacer ese recorrido (tantas veces como sea necesario) que se convertirá en un viaje de resurrecciones y metamorfosis.
El límite no es un lugar donde algo termina, sino precisamente es el lugar donde algo empieza. Es en este umbral donde empiezo a generar nuevos espacios compuestos de fragmentos que anuncian el nacimiento de una isla interior. Una isla que resiste rodeada de esperanza e incertidumbre. "Estado de polaridad" se compone de instantes en movimiento de aproximación y separación que nos obligan a tomar distancia respecto a los lugares, objetos o personas con la intención de rehacer ese recorrido (tantas veces como sea necesario) que se convertirá en un viaje de resurrecciones y metamorfosis.
El límite no es un lugar donde algo termina, sino precisamente es el lugar donde algo empieza. Es en este umbral donde empiezo a generar nuevos espacios compuestos de fragmentos que anuncian el nacimiento de una isla interior. Una isla que resiste rodeada de esperanza e incertidumbre. "Estado de polaridad" se compone de instantes en movimiento de aproximación y separación que nos obligan a tomar distancia respecto a los lugares, objetos o personas con la intención de rehacer ese recorrido (tantas veces como sea necesario) que se convertirá en un viaje de resurrecciones y metamorfosis.
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
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No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
No tengo presente, no existe; salto del pasado al futuro y a la inversa una y otra vez. Recuerdo cosas, momentos que he vivido, y entonces aparece la duda y el miedo subsiguiente. ¿Me pierdo lo que no experimento? ¿Qué hubiera pasado si las cosas que he vivido hubieran sido otras? Luego viajo al futuro, las cosas que me gustaría hacer, los lugares a los que me gustaría pertenecer. Y el miedo vuelve. ¿Qué pasaría si hiciera cosas diferentes a partir de ahora? No tener presente genera un vacío inquietante. Un vacío que trato de rellenar hurgando en mi memoria y, así, crear sensaciones silenciadas de vidas que aún están por llegar. “Entre el deseo y la nostalgia hay un punto que se llama presente” Tesson, S. (2011)
ABSENTIA ¿Cómo era? En un futuro donde el entorno ha dejado de ser natural y cada vez estamos más desconectados de nuestros orígenes, esta será la pregunta más habitual para entender lo que existía y hemos perdido. Esa ausencia (“Absentia”) trataremos de compensarla con imágenes que solo en parte reflejarán aquello que estaba. A través de breves y sencillas descripciones, estos dípticos ponen de manifiesto la fragilidad de este equilibrio natural en el que todas las especies deberíamos coexistir, pero que constantemente se ve roto por la intervención humana. El recuerdo de cómo era nunca será capaz de igualar a su presencia real.
ABSENTIA ¿Cómo era? En un futuro donde el entorno ha dejado de ser natural y cada vez estamos más desconectados de nuestros orígenes, esta será la pregunta más habitual para entender lo que existía y hemos perdido. Esa ausencia (“Absentia”) trataremos de compensarla con imágenes que solo en parte reflejarán aquello que estaba. A través de breves y sencillas descripciones, estos dípticos ponen de manifiesto la fragilidad de este equilibrio natural en el que todas las especies deberíamos coexistir, pero que constantemente se ve roto por la intervención humana. El recuerdo de cómo era nunca será capaz de igualar a su presencia real.
ABSENTIA ¿Cómo era? En un futuro donde el entorno ha dejado de ser natural y cada vez estamos más desconectados de nuestros orígenes, esta será la pregunta más habitual para entender lo que existía y hemos perdido. Esa ausencia (“Absentia”) trataremos de compensarla con imágenes que solo en parte reflejarán aquello que estaba. A través de breves y sencillas descripciones, estos dípticos ponen de manifiesto la fragilidad de este equilibrio natural en el que todas las especies deberíamos coexistir, pero que constantemente se ve roto por la intervención humana. El recuerdo de cómo era nunca será capaz de igualar a su presencia real.
ABSENTIA ¿Cómo era? En un futuro donde el entorno ha dejado de ser natural y cada vez estamos más desconectados de nuestros orígenes, esta será la pregunta más habitual para entender lo que existía y hemos perdido. Esa ausencia (“Absentia”) trataremos de compensarla con imágenes que solo en parte reflejarán aquello que estaba. A través de breves y sencillas descripciones, estos dípticos ponen de manifiesto la fragilidad de este equilibrio natural en el que todas las especies deberíamos coexistir, pero que constantemente se ve roto por la intervención humana. El recuerdo de cómo era nunca será capaz de igualar a su presencia real.
Me da por ser madre el día que vi aquellos Levi’s chiquititos en El Corte Inglés. La idea de que un ser quepa en ese trocito de tela tan réplica de uno de verdad me despierta una ternura que me aturde. No te preocupes, eres joven, tienes tiempo. Poco sé en aquel momento de lo de las piernas arriba, del termómetro, de lo que no funciona, del rojo de cada mes, del cuadro gastado de Monet. Las flores del revés. El médico tiene una hermana que vive en Sevilla y se pone el uniforme anti-rayos X diciendo que es un traje de flamenca. Luego canta unas sevillanas por el micrófono de la cabina donde se esconde de la radiación. Después de un rato sale a la sala de espera para asegurarse de que no me duele pero estoy con los ojos cerrados y se asusta. Estoy bien. No estoy bien. Después de que te hagan una histerosalpingografía una no puede estar bien. No te obsesiones que ya verás que así sí. Lo primero que vemos en Ikea son las cucharitas pequeñas y las sillitas pequeñas y las literitas pequeñas y yo solo quiero llorar en paz, meterme en la olla con las albóndigas, que se pase el arroz y todo lo que se tenga que pasar. De aquí a un año estás embarazada, te lo digo yo. Yo te digo que te toque una inseminación el día de tu cumpleaños y que no tengas como regalo una criatura que quepa en los Levi’s chiquititos es demasiado cruel.
Me da por ser madre el día que vi aquellos Levi’s chiquititos en El Corte Inglés. La idea de que un ser quepa en ese trocito de tela tan réplica de uno de verdad me despierta una ternura que me aturde. No te preocupes, eres joven, tienes tiempo. Poco sé en aquel momento de lo de las piernas arriba, del termómetro, de lo que no funciona, del rojo de cada mes, del cuadro gastado de Monet. Las flores del revés. El médico tiene una hermana que vive en Sevilla y se pone el uniforme anti-rayos X diciendo que es un traje de flamenca. Luego canta unas sevillanas por el micrófono de la cabina donde se esconde de la radiación. Después de un rato sale a la sala de espera para asegurarse de que no me duele pero estoy con los ojos cerrados y se asusta. Estoy bien. No estoy bien. Después de que te hagan una histerosalpingografía una no puede estar bien. No te obsesiones que ya verás que así sí. Lo primero que vemos en Ikea son las cucharitas pequeñas y las sillitas pequeñas y las literitas pequeñas y yo solo quiero llorar en paz, meterme en la olla con las albóndigas, que se pase el arroz y todo lo que se tenga que pasar. De aquí a un año estás embarazada, te lo digo yo. Yo te digo que te toque una inseminación el día de tu cumpleaños y que no tengas como regalo una criatura que quepa en los Levi’s chiquititos es demasiado cruel.
Me da por ser madre el día que vi aquellos Levi’s chiquititos en El Corte Inglés. La idea de que un ser quepa en ese trocito de tela tan réplica de uno de verdad me despierta una ternura que me aturde. No te preocupes, eres joven, tienes tiempo. Poco sé en aquel momento de lo de las piernas arriba, del termómetro, de lo que no funciona, del rojo de cada mes, del cuadro gastado de Monet. Las flores del revés. El médico tiene una hermana que vive en Sevilla y se pone el uniforme anti-rayos X diciendo que es un traje de flamenca. Luego canta unas sevillanas por el micrófono de la cabina donde se esconde de la radiación. Después de un rato sale a la sala de espera para asegurarse de que no me duele pero estoy con los ojos cerrados y se asusta. Estoy bien. No estoy bien. Después de que te hagan una histerosalpingografía una no puede estar bien. No te obsesiones que ya verás que así sí. Lo primero que vemos en Ikea son las cucharitas pequeñas y las sillitas pequeñas y las literitas pequeñas y yo solo quiero llorar en paz, meterme en la olla con las albóndigas, que se pase el arroz y todo lo que se tenga que pasar. De aquí a un año estás embarazada, te lo digo yo. Yo te digo que te toque una inseminación el día de tu cumpleaños y que no tengas como regalo una criatura que quepa en los Levi’s chiquititos es demasiado cruel.
Me da por ser madre el día que vi aquellos Levi’s chiquititos en El Corte Inglés. La idea de que un ser quepa en ese trocito de tela tan réplica de uno de verdad me despierta una ternura que me aturde. No te preocupes, eres joven, tienes tiempo. Poco sé en aquel momento de lo de las piernas arriba, del termómetro, de lo que no funciona, del rojo de cada mes, del cuadro gastado de Monet. Las flores del revés. El médico tiene una hermana que vive en Sevilla y se pone el uniforme anti-rayos X diciendo que es un traje de flamenca. Luego canta unas sevillanas por el micrófono de la cabina donde se esconde de la radiación. Después de un rato sale a la sala de espera para asegurarse de que no me duele pero estoy con los ojos cerrados y se asusta. Estoy bien. No estoy bien. Después de que te hagan una histerosalpingografía una no puede estar bien. No te obsesiones que ya verás que así sí. Lo primero que vemos en Ikea son las cucharitas pequeñas y las sillitas pequeñas y las literitas pequeñas y yo solo quiero llorar en paz, meterme en la olla con las albóndigas, que se pase el arroz y todo lo que se tenga que pasar. De aquí a un año estás embarazada, te lo digo yo. Yo te digo que te toque una inseminación el día de tu cumpleaños y que no tengas como regalo una criatura que quepa en los Levi’s chiquititos es demasiado cruel.
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Me da por ser madre el día que vi aquellos Levi’s chiquititos en El Corte Inglés. La idea de que un ser quepa en ese trocito de tela tan réplica de uno de verdad me despierta una ternura que me aturde. No te preocupes, eres joven, tienes tiempo. Poco sé en aquel momento de lo de las piernas arriba, del termómetro, de lo que no funciona, del rojo de cada mes, del cuadro gastado de Monet. Las flores del revés. El médico tiene una hermana que vive en Sevilla y se pone el uniforme anti-rayos X diciendo que es un traje de flamenca. Luego canta unas sevillanas por el micrófono de la cabina donde se esconde de la radiación. Después de un rato sale a la sala de espera para asegurarse de que no me duele pero estoy con los ojos cerrados y se asusta. Estoy bien. No estoy bien. Después de que te hagan una histerosalpingografía una no puede estar bien. No te obsesiones que ya verás que así sí. Lo primero que vemos en Ikea son las cucharitas pequeñas y las sillitas pequeñas y las literitas pequeñas y yo solo quiero llorar en paz, meterme en la olla con las albóndigas, que se pase el arroz y todo lo que se tenga que pasar. De aquí a un año estás embarazada, te lo digo yo. Yo te digo que te toque una inseminación el día de tu cumpleaños y que no tengas como regalo una criatura que quepa en los Levi’s chiquititos es demasiado cruel.
Mi madre me pidió que le ayudara a desmontar la casa de mi abuela después de su muerte. Durante ese proceso, encontré fotografías y cartas, su vestido de novia, poemas escritos por mi abuelo, así como una serie de objetos que me hablaban de ella. Entonces comencé a fotografiarlos en los espacios donde vivió y convivió a lo largo de su vida. Decidí construir escenarios en estos espacios, vistiendo a maniquíes con su ropa y accesorios para hacer retratos en ausencia que abrieran un diálogo entre el pasado y el presente. Esto me reveló el paralelismo histórico que estaba sucediendo en el mundo durante su niñez y juventud. Europa vivía los horrores de la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que España sufría su propia Guerra Civil, mientras que México acogía inmigrantes judíos y españoles que lograron escapar para empezar una nueva vida. Por todas partes se respiraba la guerra y después la posguerra. En México se formaron los primeros sindicatos. Los trabajadores no gozaban de privilegios ni de salarios bien remunerados. Movidos por el descontento, empezaron a organizarse para conseguir sus objetivos. Esto no se alineaba con el gobierno, que quería acallarlos a punta de pistola. Mi abuelo, como abogado, quiso apoyar la causa y le costó la vida. La consecuencia de estar del lado correcto de la historia dejó a mi abuela viuda con dos hijos pequeños, víctima de la violencia de un régimen. Ella formó parte de ese cambio. Ese revuelo de los acontecimientos la llevó, como a tantas mujeres en la guerra, a vivir en carne propia la violencia, la viudez y, como consecuencia, el inicio de una vida independiente como una madre que luchó con determinación en contra de los prejuicios de un sistema social adverso y en favor de su libertad y la de su familia. Con este proyecto le hago un tributo a ella y a todas las mujeres valientes que no dieron tregua ni se rindieron. La memoria histórica exige no reincidir en los errores del pasado.
MEMORIA DEL OBJETO Mi madre me pidió que le ayudara a desmontar la casa de mi abuela después de su muerte. Durante ese proceso, encontré fotografías y cartas, su vestido de novia, poemas escritos por mi abuelo, así como una serie de objetos que me hablaban de ella. Entonces comencé a fotografiarlos en los espacios donde vivió y convivió a lo largo de su vida. Decidí construir escenarios en estos espacios, vistiendo a maniquíes con su ropa y accesorios para hacer retratos en ausencia que abrieran un diálogo entre el pasado y el presente. Esto me reveló el paralelismo histórico que estaba sucediendo en el mundo durante su niñez y juventud. Europa vivía los horrores de la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que España sufría su propia Guerra Civil, mientras que México acogía inmigrantes judíos y españoles que lograron escapar para empezar una nueva vida. Por todas partes se respiraba la guerra y después la posguerra. En México se formaron los primeros sindicatos. Los trabajadores no gozaban de privilegios ni de salarios bien remunerados. Movidos por el descontento, empezaron a organizarse para conseguir sus objetivos. Esto no se alineaba con el gobierno, que quería acallarlos a punta de pistola. Mi abuelo, como abogado, quiso apoyar la causa y le costó la vida. La consecuencia de estar del lado correcto de la historia dejó a mi abuela viuda con dos hijos pequeños, víctima de la violencia de un régimen. Ella formó parte de ese cambio. Ese revuelo de los acontecimientos la llevó, como a tantas mujeres en la guerra, a vivir en carne propia la violencia, la viudez y, como consecuencia, el inicio de una vida independiente como una madre que luchó con determinación en contra de los prejuicios de un sistema social adverso y en favor de su libertad y la de su familia. Con este proyecto le hago un tributo a ella y a todas las mujeres valientes que no dieron tregua ni se rindieron. La memoria histórica exige no reincidir en los errores del pasado.
MEMORIA DEL OBJETO Mi madre me pidió que le ayudara a desmontar la casa de mi abuela después de su muerte. Durante ese proceso, encontré fotografías y cartas, su vestido de novia, poemas escritos por mi abuelo, así como una serie de objetos que me hablaban de ella. Entonces comencé a fotografiarlos en los espacios donde vivió y convivió a lo largo de su vida. Decidí construir escenarios en estos espacios, vistiendo a maniquíes con su ropa y accesorios para hacer retratos en ausencia que abrieran un diálogo entre el pasado y el presente. Esto me reveló el paralelismo histórico que estaba sucediendo en el mundo durante su niñez y juventud. Europa vivía los horrores de la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que España sufría su propia Guerra Civil, mientras que México acogía inmigrantes judíos y españoles que lograron escapar para empezar una nueva vida. Por todas partes se respiraba la guerra y después la posguerra. En México se formaron los primeros sindicatos. Los trabajadores no gozaban de privilegios ni de salarios bien remunerados. Movidos por el descontento, empezaron a organizarse para conseguir sus objetivos. Esto no se alineaba con el gobierno, que quería acallarlos a punta de pistola. Mi abuelo, como abogado, quiso apoyar la causa y le costó la vida. La consecuencia de estar del lado correcto de la historia dejó a mi abuela viuda con dos hijos pequeños, víctima de la violencia de un régimen. Ella formó parte de ese cambio. Ese revuelo de los acontecimientos la llevó, como a tantas mujeres en la guerra, a vivir en carne propia la violencia, la viudez y, como consecuencia, el inicio de una vida independiente como una madre que luchó con determinación en contra de los prejuicios de un sistema social adverso y en favor de su libertad y la de su familia. Con este proyecto le hago un tributo a ella y a todas las mujeres valientes que no dieron tregua ni se rindieron. La memoria histórica exige no reincidir en los errores del pasado.
MEMORIA DEL OBJETO Mi madre me pidió que le ayudara a desmontar la casa de mi abuela después de su muerte. Durante ese proceso, encontré fotografías y cartas, su vestido de novia, poemas escritos por mi abuelo, así como una serie de objetos que me hablaban de ella. Entonces comencé a fotografiarlos en los espacios donde vivió y convivió a lo largo de su vida. Decidí construir escenarios en estos espacios, vistiendo a maniquíes con su ropa y accesorios para hacer retratos en ausencia que abrieran un diálogo entre el pasado y el presente. Esto me reveló el paralelismo histórico que estaba sucediendo en el mundo durante su niñez y juventud. Europa vivía los horrores de la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que España sufría su propia Guerra Civil, mientras que México acogía inmigrantes judíos y españoles que lograron escapar para empezar una nueva vida. Por todas partes se respiraba la guerra y después la posguerra. En México se formaron los primeros sindicatos. Los trabajadores no gozaban de privilegios ni de salarios bien remunerados. Movidos por el descontento, empezaron a organizarse para conseguir sus objetivos. Esto no se alineaba con el gobierno, que quería acallarlos a punta de pistola. Mi abuelo, como abogado, quiso apoyar la causa y le costó la vida. La consecuencia de estar del lado correcto de la historia dejó a mi abuela viuda con dos hijos pequeños, víctima de la violencia de un régimen. Ella formó parte de ese cambio. Ese revuelo de los acontecimientos la llevó, como a tantas mujeres en la guerra, a vivir en carne propia la violencia, la viudez y, como consecuencia, el inicio de una vida independiente como una madre que luchó con determinación en contra de los prejuicios de un sistema social adverso y en favor de su libertad y la de su familia. Con este proyecto le hago un tributo a ella y a todas las mujeres valientes que no dieron tregua ni se rindieron. La memoria histórica exige no reincidir en los errores del pasado.
MEMORIA DEL OBJETO Mi madre me pidió que le ayudara a desmontar la casa de mi abuela después de su muerte. Durante ese proceso, encontré fotografías y cartas, su vestido de novia, poemas escritos por mi abuelo, así como una serie de objetos que me hablaban de ella. Entonces comencé a fotografiarlos en los espacios donde vivió y convivió a lo largo de su vida. Decidí construir escenarios en estos espacios, vistiendo a maniquíes con su ropa y accesorios para hacer retratos en ausencia que abrieran un diálogo entre el pasado y el presente. Esto me reveló el paralelismo histórico que estaba sucediendo en el mundo durante su niñez y juventud. Europa vivía los horrores de la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que España sufría su propia Guerra Civil, mientras que México acogía inmigrantes judíos y españoles que lograron escapar para empezar una nueva vida. Por todas partes se respiraba la guerra y después la posguerra. En México se formaron los primeros sindicatos. Los trabajadores no gozaban de privilegios ni de salarios bien remunerados. Movidos por el descontento, empezaron a organizarse para conseguir sus objetivos. Esto no se alineaba con el gobierno, que quería acallarlos a punta de pistola. Mi abuelo, como abogado, quiso apoyar la causa y le costó la vida. La consecuencia de estar del lado correcto de la historia dejó a mi abuela viuda con dos hijos pequeños, víctima de la violencia de un régimen. Ella formó parte de ese cambio. Ese revuelo de los acontecimientos la llevó, como a tantas mujeres en la guerra, a vivir en carne propia la violencia, la viudez y, como consecuencia, el inicio de una vida independiente como una madre que luchó con determinación en contra de los prejuicios de un sistema social adverso y en favor de su libertad y la de su familia. Con este proyecto le hago un tributo a ella y a todas las mujeres valientes que no dieron tregua ni se rindieron. La memoria histórica exige no reincidir en los errores del pasado.
Esta historia aún no está acabada pero entre sus imágenes está Dios, mi Hija, mis Comadres y todas mis Abuelas. Muy desde el inconsciente y con un ser creciendo en mi vientre, comienzo a recolectar imágenes de vidas, algunas propias y otras ajenas. Todo conforma un imaginario entre real y onírico de lo que voy sintiendo y viviendo en esas nueve lunas y después. Entre las mareas, entre los tránsitos de las vidas que llegan y vidas que se van. Una madre ausente, la partida de una de mis abuelas, antes de yo dar a luz y un accidente trajeron consigo una cantidad de información que se va entretejiendo y conformando en un álbum que hoy es «¡Ay Pájara!», una expresión que me recuerda a todas ellas. ¡AY PÁJARA! es una historia íntima que explora en lo profundo de mi herencia femenina, el sacrificio, la soledad, la enfermedad mental y la muerte pero también la creación, la vida, la hermandad, el mar, el sol y las flores. A India ..... de donde venimos.
Esta historia aún no está acabada pero entre sus imágenes está Dios, mi Hija, mis Comadres y todas mis Abuelas. Muy desde el inconsciente y con un ser creciendo en mi vientre, comienzo a recolectar imágenes de vidas, algunas propias y otras ajenas. Todo conforma un imaginario entre real y onírico de lo que voy sintiendo y viviendo en esas nueve lunas y después. Entre las mareas, entre los tránsitos de las vidas que llegan y vidas que se van. Una madre ausente, la partida de una de mis abuelas, antes de yo dar a luz y un accidente trajeron consigo una cantidad de información que se va entretejiendo y conformando en un álbum que hoy es «¡Ay Pájara!», una expresión que me recuerda a todas ellas. ¡AY PÁJARA! es una historia íntima que explora en lo profundo de mi herencia femenina, el sacrificio, la soledad, la enfermedad mental y la muerte pero también la creación, la vida, la hermandad, el mar, el sol y las flores. A India ..... de donde venimos.
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Esta historia aún no está acabada pero entre sus imágenes está Dios, mi Hija, mis Comadres y todas mis Abuelas. Muy desde el inconsciente y con un ser creciendo en mi vientre, comienzo a recolectar imágenes de vidas, algunas propias y otras ajenas. Todo conforma un imaginario entre real y onírico de lo que voy sintiendo y viviendo en esas nueve lunas y después. Entre las mareas, entre los tránsitos de las vidas que llegan y vidas que se van. Una madre ausente, la partida de una de mis abuelas, antes de yo dar a luz y un accidente trajeron consigo una cantidad de información que se va entretejiendo y conformando en un álbum que hoy es «¡Ay Pájara!», una expresión que me recuerda a todas ellas. ¡AY PÁJARA! es una historia íntima que explora en lo profundo de mi herencia femenina, el sacrificio, la soledad, la enfermedad mental y la muerte pero también la creación, la vida, la hermandad, el mar, el sol y las flores. A India ..... de donde venimos.
La serie de imágenes que conforman el proyecto fotográfico “UNA CASA, UN HOGAR” pretenden ser testigo fiel del paso del tiempo, tradiciones y costumbres en una casa familiar. Un hogar en el que cada agujero, desconchón o desgarro tienen un significado para cada una de las personas que lo hemos habitado. La belleza de lo imperfecto en cada rincón. Una familia que ha ido acogiendo a cada nuevo miembro con generosidad, de forma orgánica, haciéndonos sentir especiales y, al mismo tiempo, parte de un todo. He querido dejar testimonio gráfico para que las futuras generaciones puedan inspirarse y adopten su legado: armonía, respeto y mucho amor. Además, este proyecto me permite reflexionar sobre la manera en la que la evolución de la construcción en nuestro país va diluyendo poco a poco ese concepto de hogar como punto de reunión común a donde todos regresamos cuando queremos sentirnos seguros, ese espacio que habitamos cuando queremos ser nosotros, ese hogar donde volvemos a notar ese calorcito en el corazón. Ese lugar donde lo individual desaparece y juntos somos felices. Charlas infinitas, discusiones acaloradas, tardes de siesta, juegos en familia, deliciosas comidas caseras con largas sobremesas, bailes, muchas risas, algunos llantos y sobre todo abrazos largos, muy largos... Una casa, un hogar.
La serie de imágenes que conforman el proyecto fotográfico “UNA CASA, UN HOGAR” pretenden ser testigo fiel del paso del tiempo, tradiciones y costumbres en una casa familiar. Un hogar en el que cada agujero, desconchón o desgarro tienen un significado para cada una de las personas que lo hemos habitado. La belleza de lo imperfecto en cada rincón. Una familia que ha ido acogiendo a cada nuevo miembro con generosidad, de forma orgánica, haciéndonos sentir especiales y, al mismo tiempo, parte de un todo. He querido dejar testimonio gráfico para que las futuras generaciones puedan inspirarse y adopten su legado: armonía, respeto y mucho amor. Además, este proyecto me permite reflexionar sobre la manera en la que la evolución de la construcción en nuestro país va diluyendo poco a poco ese concepto de hogar como punto de reunión común a donde todos regresamos cuando queremos sentirnos seguros, ese espacio que habitamos cuando queremos ser nosotros, ese hogar donde volvemos a notar ese calorcito en el corazón. Ese lugar donde lo individual desaparece y juntos somos felices. Charlas infinitas, discusiones acaloradas, tardes de siesta, juegos en familia, deliciosas comidas caseras con largas sobremesas, bailes, muchas risas, algunos llantos y sobre todo abrazos largos, muy largos... Una casa, un hogar.
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La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.
La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.
La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.
La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.
La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.
La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.
La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.
La fragilidad es la capacidad de un material de fracturarse en partes pequeñas, en vez de deformarse. El diamante, a pesar de ser extremadamente duro, tiene una capacidad de deformación nula, una adaptabilidad inexistente; por lo que se dice que es un material extremadamente frágil. Mi madre siempre escondía las uñas en las fotos. Cerraba el puño con fuerza para que no quedara rastro de por dónde canalizaba el estrés. No tuvo una figura materna a quien poder contarle sus inquietudes, sus preocupaciones, en quien confiar. Tras una cirugía que marca un punto de inflexión en su vida, crea una narrativa transversal común a todas sus áreas vitales que refuerza la situación previa. Sigue escondiendo sus reclamos y sus carencias, como escondía sus uñas de niña. Más frágil que nunca, el acceder a ella, tenderle una mano amiga, se convierte en una sangría, un acto peligroso. Así ha seguido siendo: discreta con su sufrimiento, pero tremendamente frágil. Tan frágil, tan frágil que rebosaba, y me llegó a mí. Heredé una fragilidad, unas heridas que no hacían que escondiera las uñas, sino que sacara las garras y, a la vez, ocultara mi rostro, como ella. Por ello, decido escarbar en un pasado que no es mío, buscando alguna respuesta, y hallo similitudes entre mis heridas y las que encuentro. Exploro el trauma transgeneracional, la falta de la figura materna como referente vital y cómo, desde las ramas del árbol familiar, puedo contribuir a sanar las raíces de mi familia, ayudar a sanar a mi madre desde el amor. Mezclando diferentes técnicas, intento darle forma a emociones que creo que ambas tenemos y que no sé expresar con palabras. Necesito entender cómo es ella, para entender cómo soy yo. La relación madre-hija, con una madre que jamás la tuvo, es tremendamente valiosa y tremendamente frágil, como un diamante, y quiero que deje de fracturarse.